La ciencia de la Fe

La fe religiosa es sin duda uno de los hechos más sobresalientes de la vida humana. En mi opinión, es innegable que las creencias religiosas han ejercido, y siguen ejerciendo, una enorme influencia en la Historia. Desgraciadamente, los conflictos religiosos siguen afectando a la humanidad.

Por esta razón, es conveniente investigar en qué consiste el fenómeno religioso, y hacerlo desde el punto de vista científico, el único que puede derramar algo de objetividad sobre un fenómeno que es, básicamente, subjetivo, y que cada cual vive, claro está, a su manera. Sin embargo, los estudios científicos sobre este importante tema no han sido muy numerosos. Es éste un tema tabú, como si la ciencia fuera a eliminar lo místico y maravilloso de la experiencia religiosa, o a terminar de una vez por todas con nuestras dudas metafísicas.

Sin embargo, esto sería como suponer que investigar sobre la percepción de los colores y descubrir cómo funciona va a impedir la sensación de belleza y admiración que sentimos al contemplar una pradera cubierta de flores o que investigar sobre la neurofisiología del amor va a convertir lo que sentimos por nuestra pareja o nuestra familia es menos maravilloso, menos intenso, menos placentero, o menos importante. Evidentemente, el conocimiento de algo, que de todas formas es ya cómo es aunque no lo sepamos, no podrá sustraernos nuestros sentimientos íntimos, aunque conozcamos como funcionan. Tampoco pasará esto con los sentimientos religiosos, aunque pueda, sin duda, matizarlos.


Actividad cerebral y fe religiosa

Sea como fuere, poco a poco la investigación en la neurofisiología religiosa se ha ido afianzando. Últimamente, se han publicado varios estudios sobre este asunto que revelan algunos hechos interesantes. Vamos a comentarlos y que cada uno crea luego lo que quiera.

En un estudio publicado el pasado año por investigadores de la Universidad de California, se examinó la actividad cerebral, mediante la técnica de resonancia magnética funcional, de quince cristianos, y quince no creyentes mientras evaluaban la verdad o falsedad de diferentes proposiciones, religiosas o no. Por ejemplo, se evaluaba la actividad cerebral ante frases como “Dios existe”, “Dios te ama”, o “el Albacete ganará un día la liga de fútbol española”.

Para ambos grupos, y en ambas categorías de proposiciones, la creencia en las frases se relacionó con una mayor actividad en la parte del cerebro llamada corteza prefrontal ventromediana. Esta región se sitúa en la parte inferior central de nuestros cerebros y está involucrada en la evaluación del riesgo, en la emoción del miedo y en la toma de decisiones. Es también un área importante para la representación de uno mismo, para las asociaciones emotivas, y para la sensación de recompensa tras un comportamiento o la toma de una decisión. Esta región se activaba más intensamente en los sujetos que creían las frases de índole religiosa que se les mostraban, lo cual sugiere que la creencia religiosa involucra a regiones cerebrales implicadas en la sensación emocional, y no tanto en la evaluación racional.


Cáncer cerebral y fe

En un estudio más reciente, publicado en la revista científica Neuron, una de las más prestigiosas del campo de las neurociencias, investigadores de la Universidad de la Sapienza, en Roma, investigaron el sentimiento religioso o espiritual en pacientes de tumores cerebrales, antes y después de ser sometidos a neurocirugía. Los resultados de este estudio sugieren que, dependiendo de la región cerebral afectada por el tumor e intervenida en la cirugía, el sentimiento de transcendencia personal de cada uno y su sentimiento de unión con los demás y el resto del mundo se modifica de maneras diferentes. Los pacientes cuyos tumores afectaban a la región posterior del cerebro, la región parietal, comunicaron un aumento de su “sentimiento transcendental” de tres a siete días tras la cirugía, mientras que los pacientes cuyos tumores afectaban a la parte frontal superior del cerebro no manifestaron ningún cambio en su sentimiento transcendental Los autores identificaron con más precisión dos regiones de la parte posterior del cerebro involucradas en estos cambios: el lóbulo parietal inferior izquierdo y el giro angular derecho, áreas involucradas en cómo percibimos nuestros cuerpos en relación espacial con el mundo exterior. De hecho, el giro angular ha sido identificado por otros científicos como una región cerebral involucrada en las experiencias extracorporales.

Evidentemente, si existe un mundo espiritual, nuestro cuerpo solo podrá percibirlo con las herramientas de que dispone, y éstas se encuentran en última instancia en el cerebro. Por tanto, no es extraordinario que las experiencias religiosas involucren la activación de ciertas regiones cerebrales, como así lo hacen igualmente las experiencias auditivas, o táctiles. Sin embargo, lo más interesante es que también sucede lo contrario; es decir, que la estimulación de zonas cerebrales específicas mediante la aplicación de campos magnéticos externos, induce sentimientos y experiencias religiosas. Esto sucede en todo tipo de personas, sean religiosas o no, lo que parece sugerir que existen zonas de nuestro cerebro involucradas en la experiencia religiosa y que, al igual que otras zonas cerebrales, si no funcionan bien y se atrofian, o si, al contrario, se entrenan para activarse más fácilmente, quizá mediante la repetición de las liturgias, las personas pueden experimentar sensaciones religiosas pobres, o demasiado intensas, respectivamente. Al parecer, esto puede depender de nuestras neuronas, de sus conexiones, y hasta, posiblemente, de los genes que las hacen funcionar.

En resumen, la ciencia de la fe avanza con paso firme para revelarnos algunos de sus secretos, al menos aquellos relacionados con el funcionamiento cerebral. No obstante, queda mucho aún por descubrir y muchas respuestas por responder. Por mi parte, tengo mucha fe en que la ciencia también iluminará los misterios de nuestra fe.

Posted 22nd February 2010 by Jorge Laborda